Ayer lo hablaba con una amiga, una de las cosas que
más me cuestan como madre de un hijo con
dislexia es dejarle volar, dejarle decidir y dejarle tomar sus decisiones.
La dislexia
hace que te vuelvas madre obsesionada
con todo lo relacionado con los estudios
de tus hijos. Cada examen, cada control, cada nota, la vivimos
intensamente. Este stress lo
transmitimos a nuestros hijos y no es bueno. No es bueno tanta presión, bastante tienen ellos mismos
con la del colegio. Pero en mi caso
es inevitable.
En paralelo cuesta mucho, o al menos a mi me cuesta
una barbaridad dejarles solos en el tema estudios.
Me cuesta mucho más si es mi hijo el
mayor. Lo siento por él, es una carga más que llevar, tiene a su madre en la chepa todo el día. Pero
como el tiempo es el tiempo, como tener
seis hijos hace que por mucho que una quiera tenga que aprender a delegar y a dejarles más autónomos, aprendes a confiar
más en su potencial. Ellos además quieren
sentirse mayores, autónomos en sus estudios como el resto de sus compañeros.
Es muy difícil soltar riendas, cuesta mucho. A mi me cuesta no por nada, por miedo, miedo a los suspensos, miedo a caernos en el curso sobre todo cuando
solo faltan unos meses para llegar a la Universidad.
Admito que hay que hacerlo, hay que tomarse una tila,
apagar la luz y a dormir. Si estudias
bien, si no estudias pues me comeré las uñas pero es tu vida. Si quieres
gestionar así tu curso pues adelante es tu curso. Como en el fondo son niños muy buenos, con empatía y muy trabajadores,
lo consiguen. El problema es saber cuando lo van a conseguir y si van a ser
capaces de aguantar el tirón y no caerse
del sistema. Si, yo quería controlar
toda esta segunda evaluación, salidas incluidas. No quería sorpresas de
última hora. Quería ir tranquila y
segura. Pero como pasa siempre que se tienen hijos y más en mi caso, la improvisación es la rutina de cada día.
Así fue, cuando creí que iba a estar toda la semana pendiente de cada hora de su estudio, de si se sentaba o no, de si
venía su profesor particular o no.
Resultó que apenas pude estar en casa. Los días se complicaron, y el fin de
semana me tuve que ir por motivos familiares de viaje a todo correr. ¡Total! Que libre y autónomo se quedo mi hijo. Yo agotada de tanta improvisación , no
tenía muchas fuerzas para hacer mi seguimiento exhaustivo. Pero el me decía
que tranquila, que había crecido y que
lo estaba haciendo. Así ha sido, las
notas han sido muy buenas, los suspensos no aparecen por ningún lado y estamos
felices los dos. Yo además de feliz estoy ¡incrédula total!
Es cierto
hay que controlar, hay que estar detrás, te necesitan y es esencial tu apoyo. Pero hay que saber encontrar el equilibrio, la justa medida, en función del edad y del niño. Eso
es tan difícil en el caso de estos niños con dislexia. No siempre sabes
acertar en la dosis de libertad. Además
no puedes aplicarles la misma que le resto de sus amigos, el tuyo tiene unas
dificultades añadidas que no se pueden negar.
Para mi ha sido una
lección esta segunda evaluación. Quizás sea que me queda poco para que
vuele. Quizás sea que yo que me creía
saber mucho de dislexia, y me quedaba mucho más que aprender. Esta ha sido una lección buena y muy beneficiosa para la
relación entre madre e hijo. Ahora mismo hoy él es feliz. Se ve ganador. ¡Por fin! Después de
toda una vida batalleando, ve que
la Universidad es cuestión de una evaluación más. De solo un
examen de lengua más. De un empujón y se acabó. Se acabó la etapa peor de su vida, el colegio. Se
acabó y todo va a ir para mejor cuando
deje el colegio. Todo el mundo que tiene dislexia lo dice, por lo que quiero
creer que es cierto.
Hay que dar
un paso atrás. Mantener la objetiva medida con las notas y los suspensos. Dejar
de obsesionarnos. La vida es mucho más que unas notas o unos
exámenes. La vida es mi hijo como
persona, es que sea un buen hombre, es que sepa que hay más cosas que aprender
fuera del aula . Bastante presión ha tenido en su infancia, en su etapa escolar, creo que aunque me
sienta triste pues en parte estos niños
tienen una infancia distinta, con mucho más esfuerzo, con muchas lágrimas y muchos fracasos, podemos hablar
incluso de infancia en parte robada. Pero todo
tiene un fin, incluso el colegio. Hoy me siento contenta, no solo por las notas, me siento contenta por la lección que me ha enseñado mi hijo. ¡Gracias!
[tags] dislexia, esfuerzo, adolescencia, autonomía[/tags]
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