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21 junio 2014

Lo que me hubiese sabido saber.


Mientras estamos todos como locos con el fin de curso, las fiestas del colegio, la emoción de que llega el calor y la piscina, el relajo de que las vacaciones están ya a la puerta, sobre nuestras cabezas pesan las temidas notas. ¡Horror!¡Pánico! pero sobre todo frustración, esfuerzos no recompensados,  notas que  evalúan ortografía cuando en verdad es la asignatura de ciencias o religión, “se sabía los contenidos pero con esta ortografía no le puedo aprobar”. ¿Que evalúa ciencias o religión o es la profesora de lengua? Cosas de la vida la lengua en cambio aprobada.  Esta historia no es de mis hijos, es de una amiga mía, nosotros en casa hemos escapado todos bien. ¡Gran triunfo! Solo nos queda la gran nota selectividad, hasta el día 24 no sabremos nada, de nada. Mientras tanto seguimos conteniendo la respiración, intentamos pensar en otras cosas y mi hijo se lo está pasando bomba.
Como soy como soy, das vueltas y vueltas a tu cabeza, ves a tu hijo con un pie en la universidad y piensas en el largo camino recorrido. Pienso que me hubiese gustado encontrarme con una amiga al inicio del camino, que me diese confianza y me diese ciertos consejos.


Primero que cuando ves que tu hijo no se sabe los colores, o que no es capaz de saber en que día de la semana vive o como se llaman sus compañeros de clase, es que pasa algo. Que aunque te digan que no pasa nada, que es un simple retraso madurativo, sigue tu instinto y lucha hasta encontrar una respuesta. Que cuando por fin llamas a la puerta del especialista adecuado y te dice la palabra dislexia, es normal que sientas ansiedad y confusión. Que se tarda tiempo en asimilar e interiorizar que es la dislexia, como le afecta a tu hijo y aceptarlo tal cual es.
Lo segundo que hay que transmitir es tranquilidad, es una carrera de fondo y lo importante es llegar a la meta. Que asumas que uno nace con dislexia y lo es de por vida. Que no es una enfermedad, que se necesita terapia de logopeda y cuanto antes mejor. Que muchas veces va acompañada de psicomotricidad, no siempre. Que no hay una regla de oro, cada niño es distinto y cada dislexia también. Que no te estreses, que disfrutes de cada momento de la infancia de tu hijo, que corres el riesgo que este maratón te deje sin disfrutar de la etapa más bonita de tu hijo. Que disfrutes, que la etapa escolar es larga e implica sufrimiento, pero es solo una etapa de la vida con un final. Cuanto más normalices tú en tu vida la dislexia, más normal y más integrado estará tu hijo en su vida diaria. Que trasmitimos lo malo y lo bueno. Depende del enfoque que tu le des, dependerá el enfoque que tu hijo tendrá de su dislexia. Que tu vida se centrará toda en la dislexia, en el colegio y en sus exámenes. No, está bien pero hay que encontrar equilibrio. Es curioso que lo diga yo, que no creáis que lo he encontrado. He pasado etapas o cursos completos bloqueada mentalmente con la dislexia de mis hijos. Que hay vida más allá de la escolar.
Tercero mantén las distancias. Nadie conoce mejor a tu hijo que tu, déjate asesorar por un buen especialista que te de confianza , la química es esencial. Si te gusta bien,  si ves que no confías busca otro. Confía en tu hijo. Mantén “ una distancia mental con el colegio”. No siempre saben que es la dislexia, como trabajar con tu hijo y las tutorías pueden llegar a hundirnos a los padres, los comentarios erróneos, la manía de amenazar con la repetición, el desconocimiento del profesor sobre la dislexia de tu hijo no debe de influenciarte. Ni tu hijo es tan desastre como te cuentan, ni es tan maravilloso como otras veces te dicen cuando ha remontado. Tu hijo es normal, vuelvo a decirlo normal como cualquier otro niño. Un niño con dislexia suele ser académicamente como una montaña rusa, un día estás arriba ( los menos), y otro día estás muy abajo ( los más). Confía en tu instinto y confía en tu hijo. Haz oídos sordos a las palabras necias y sigue tu camino, confía en ti y en tu hijo. Cuantas menos barreras tu levantes, menos barreras tendrá tu hijo. Tu hijo con dislexia es capaz de todo lo que se proponga, lo único que necesita distintas formas para aprender y distintas formas para expresar o evaluar sus conocimientos. Me gusta el término que en estos últimos años utilizan los anglosajones en sus normativas cuando hablan de “ learning difference”, es eso, son diferentes en la manera de aprender, pero nada más.
Cuarto la dislexia es la gran desconocida. A veces es difícil de identificar, no siempre se manifiesta de la misma forma. La gente que te rodea, tu familia y amigos no entienden tu estrés, no entienden, ni ven lo que tu ves. No tienen tus miedos, ni tus angustias. No esperes que todo el mundo se haga participe de la dislexia de tu hijo. O pasas por este camino o es difícil ponerte en esta situación. La dislexia no se ve físicamente, no es como un niño con gafas que nada más verle las gafas ves que tiene problemas en su vista. No, la dislexia está oculta, no se ve, ni se toca y la gente no se imagina hasta donde puede afectar. Hay momentos que vas sentir soledad en el camino, incomprensión de tus seres más queridos y te tacharán de histérica. Da igual, no merece la pena que te lleves un disgusto. La dislexia te transformará, te hará más sensible y tu inteligencia emocional se desarrollará. Serás capaz de ayudar solo con tu ejemplo a otras personas, verán en ti  comprensión, serás el pañuelo de lágrimas de muchas madres en la puerta del colegio. Madres que cuando tu llorabas no te entendían, en cambio otras si. No pasa nada. Sigue tu carrera de fondo con tu hijo, es tu objetivo y tu meta.
Quinto y esencial, cuida de ti misma. Es importantísimo que te sientas bien, que tengas ratos para ti. Que hagas deporte o que cocines, lo que sea pero que desconectes como sea. Es dificilísimo, lo se. A mi me cuesta la misma vida, pero hay que hacerlo. Solo cuando tú estés bien podrás estar en condiciones para ayudar a tu hijo. Para transmitirle tus fuerzas, para tener paciencia, para no gritar, para sonreírle, para minimizar esos fracasos, para llevar con mucha alegría y humor el día a día de su dislexia.
Sexto, habla y comparte tus sentimientos. Hay momentos de angustia, de miedos y fobias. De no saber si estás en el camino correcto. De no saber que expectativas tener sobre el futuro de tu hijo. De ganas de llorar. De no poder más con el colegio de tu hijo. De sentir que eres un bicho raro. De encontrar el tan ansiado equilibrio y ser madre normal de un niño normal con dislexia. Habla, toma cafés con tus amigas y comparte. Tendrás altibajos emocionales y necesitas apoyarte en la gente. Aunque solo sea desahogándote. La dislexia por desgracia hace sufrir a tu hijo pero a ti como madre también. Tu hijo se apoyará en ti, pero tu tienes que buscar tus propios apoyos emocionales.
No tengas miedo a la etiqueta de dislexia. Es cierto que las etiquetas suelen hacer daño. Lucha por defender la etiqueta de tu hijo, no solo lleva la de dislexia, lleva la de trabajador, la de luchador, la de niño adorable, la de adolescente como cualquier otro, la de divertido, la de merece la pena que me conozcas. Defiende todas ellas, haz que el colegio las vea y que tu hijo las conozca. Que crea en si mismo. La etiqueta más importante es que es un niño, un niño normal que necesita un aprendizaje distinto.
Ultimo consejo : paciencia y humor. Es un maratón, una carrera larga y por mucho que te digan, nunca estarás lo suficientemente preparada para las aventuras que la dislexia y educación de tu hijo te deparan. ¡Animo! Haz que se convierta en una aventura apasionante con un final feliz.
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