Estoy
leyendo un libro, como es de imaginar
trata sobre la dislexia. Mi vida es
así, no se la vuestra, yo ya solo leo y leo, veo videos y todo es sobre lo
mismo: la dislexia. Intento ser un
poco comedida y no hablar del tema fuera del grupo de mis amigas con niños con dislexia, intento no parecer obsesiva o eso creo. Pero la realidad es que cuando me ven,
la gente debe de pensar que soy como un cartel luminoso de publicidad sobre la dislexia. Para mi marido y todos los
que me rodean que sepan que intento disimularlo, intento no parecer
obsesionada, aunque sí que lo esté. ¡Pero como no voy a estarlo con seis niños en casa, cada día! Que
no solo tengo que lidiar con ellos, hay
muchas más personas con las que lidiar en el día a día como son sus profesores, sus logopedas, sus deberes
y sus vidas. Ah! y se me olvidaba sus
tutorías, estas son una constante en mi vida diaria, sobre todo al inicio
de cada trimestre, cuando hay notas,
cuando cambian a un profesor por ejemplo
por baja maternal o cuando siento que las
cosas no van como deberían de ir. Seguro que en algún lugar del planeta hay
terapia pos-dislexia, o la podríamos
llamar de reinserción una vez que tus
hijos han acabado su etapa escolar. No se cuando seré candidata a ello si
pienso que mi hija, la más pequeña,
tiene cuatro años… puede que entonces la
terapia sea on line, ¿os imagináis?
Bueno
pues en el libro dice que no debemos de
poner etiquetas y dice que para empezar no debemos de hablar si te han o no
diagnosticado, deberíamos de hablar si te han identificado o no tu dislexia.
Ese mero matiz hace ver que no es una
enfermedad, ya que solo las enfermedades tienen diagnóstico y la dislexia se convierte en una simple y
mera característica de la persona. Habla de las etiquetas que suele tener una persona con dislexia, las ya
conocidas de vago, perezoso, poco esfuerzo y todo lo que
ya os podréis imaginar. Yo mentalmente las resumo en una: tonto. Es muy cruel pero
tantas veces pienso que es lo que ven. Tengo ejemplos o pruebas en mi vida
diaria de todo esto.
Inicio
de trimestre, tutorías que me tocan
de la mayoría de mis hijos. Una profesora de lengua me dice que ella
solo puede valorar el esfuerzo en
función de las notas, que si tienes un nueve o un ocho por supuesto el
comentario será favorable, pero con un cinco y medio, no hay esfuerzo. Le explicas
la dislexia y su largo etcétera y sigue sin verlo. Insiste que mi hija no se leyó el libro, que si se lo
hubiese leído la nota sería otra. Finamente pero con tono firme le dices que no
solo lo había leído, no mucho más, como no lo entendía lo leímos las dos mano
a mano para explicarlo. Pero no, ella insistió que no. Le explicas los tipos de lectura que hay : auditiva, visual y digital.
Le explicas que les pasa a los disléxicos
con la lectura visual y su comprensión. Pero no, ella insistió que no ¿Qué
haces? ¿Te la comes con patatas? No, sacas un poco de “espíritu zen” y le sacas la
guía de dislexia de la Asociación de Madrid. Le dices que la lea, que quizás logre entender el esfuerzo de mi
hija, que no sabe mucho sobre la
dislexia y que a lo largo de su carrera por lo menos el 10% de los alumnos que
va a tener en su clase serán disléxicos. Se pone roja como un tomate, yo le
digo que si tiene más dudas que me llame. A modo de escusa me dice que lo
intentará solucionar y que no es tan grave, solo ha sido un trimestre. Le
vuelvo a insistir en el esfuerzo que le supone a mi hija un trimestre de estar
en el aula con ella, y que en esa condiciones un trimestre es interminable.
Siguiente
tutoría de otro de mis hijos. Esta vez
era el profesor de Matemáticas que
según mi hijo no sabía nada de cómo
tratar a los niños con dislexia. Os
imagináis la escena, yo iba con guía
bajo el brazo sobre la dislexia, que es, como tratarla y como ayudar al alumno. Cual fue mi sorpresa cuando el profesor muy amablemente me fue
contando que el problema no era la
dislexia era el parloteo, el no para de hablar y de dar la lata. Según
describía a mi hijo, mi mente se hacia la imagen
visual perfecta, el mapa mental y todo lo que se os ocurra … lo veía
claramente, en este caso el profesor
tenía razón. Mi hijo es adorable,
pero va a cumplir catorce años, es adolescente
y todo un personaje. Hasta ahí, todo en orden. Pero cuando me sacó su examen con una
nota muy buena y me lo enseñó, fue cuando su subconsciente le traicionó. Si
el pensaba que la dislexia era sinónimo
de no puede, no llega. Para mi vulgarmente y brutalmente hablando el mensaje corporal que me transmitió es :eres
tonto. El profesor se asombraba que aun hablando, aún teniendo dislexia fuese capaz de ser uno de los
mejores alumnos. Claro siempre que le dejase el tiempo extra, cuando se lo quita, las notas bajan. Cual fue mi sorpresa que encima me enteré que en
un examen le hizo la prueba para ver
si bajaba su rendimiento, le quitó
el tiempo y bajó. No se fiaba, una vez más su
subconsciente le traicionó, en resumen de cómo un disléxico puede ser listo y sacar bien su asignatura. Como que un disléxico es capaz de llegar …. ¡Claro que es capaz! Siempre y cuando le
des las herramientas necesarias.
Con
esta ronda de tutorías una vez más
compruebo que la etiqueta está ahí.
Que es dificilísimo de quitar, que
por mucho que uno quiera en el subconsciente
la tienen puesta. Esperemos que poco a poco seamos capaces de sensibilizarles, enseñarles que son capaces, que son
trabajadores, que les gusta charlar en clase al igual que el resto de sus
compañeros, que son normales y que se esfuerzan mucho más de lo que ellos jamás
se puedan imaginar.
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