Llevamos unos días de locos acabamos de empezar el curso y es un
poco estresante. Es curioso todo el mundo tiene nervios el primer día de colegio. Todos los niños, con o sin dislexia, suelen ir ilusionados
y a la vez con nervios, miedo e inseguridad. Yo madre parezco una niña pues
aunque intentas ocultarlo tienes nervios
por tu hijo, pero sobre todo en mi caso por el profesor que nos pueda tocar, incluso a veces mas que nervios tengo miedo.
Este año creo que hemos escapado bien, nos han tocado profesores buenos. Cuando digo buenos
son buenas personas, no se si mis hijos tendrán nivelazo o no, no se
si sabrán antes que ninguna otra clase donde está Grecia o leerán los primeros de todo el colegio, pero eso me da igual,
como si son los últimos del colegio.
Después de todo por lo que he pasado me
importa tan poco el nivelazo académico, me da igual , no pienso presumir en la
puerta del colegio o en una cena de amigos sobre los niveles académicos de mis
hijos, o justificar un suspenso pues mi colegio es el que mas exige de todo el
barrio. Cuando oyes esas historias de los niños suspendidos debido al nivel de exigencia del colegio, en
verdad deberían de llamarlo el nivel de
tiranía del colegio o la falta de humanidad con sus alumnos. Priman su rendimiento o mejor dicho
rentabilidad académica sacrificando la humanidad que es tan esencial y
necesaria en la docencia. No, yo no
quiero esa educación, quiero ir
relajada, quiero presumir de lo tranquila que estoy de que mis hijos son
felices, de que aunque no sepan tanto como los del resto están disfrutando de
su curso no se si aprenden a leer pero si aprenden a ser felices y todo gracias a que tengo un buen profesor. No quiero que sea el que
primero lea o multiplique , quiero que sea el que primero comparta y ayude a su compañero, el que primero sonría por las
mañanas y diga buenos días. La
dislexia no tiene prisas en aprender, el que tiene dislexia aprende mas
despacio o menos deprisa pero mas vale ir despacio y a tu ritmo pero
aprendiendo que rápido y mal, al final te caes. Lo siento por los colegios, se que nuestros hijos con
dislexia no son rentables académicamente a corto plazo, pero si que son valores
seguros, fiables y rentables a largo plazo. Al fin y al cabo la escolaridad y el aprendizaje es una
carrera de fondo no por correr más rápido vas a terminar tu carrera y llegar a
la meta. Si tengo un profesor humano
y con mucha empatía en cambio estoy segura que sin prisas pero sin pausas cumpliremos los objetivos del curso. Todos podemos llegar y lo importante es
acabar la carrera escolar y llegar al final. Nadie te va a preguntar en tu entrevista de
trabajo si leíste o multiplicaste el primero de la clase, valoraran si fuiste
constante, si eres equilibrado, si
hablas bien, si sabes razonar y otras cualidades que nuestros hijos con
dislexia tienen muy bien adquiridas y desarrolladas como la resilencia, el
esfuerzo, el trabajo y muchas dosis de empatía.
Si nos parasemos un rato y pensásemos cosas tan obvias y que todos
sabemos pero lo olvidamos como es la fuerza
de la empatía seguro que afrontaríamos
la escolaridad y educación de nuestros hijos de otra forma. Yo he
desarrollado un poco esa empatía a base de tener un hijo tras otro con dislexia. Al principio no tenía la empatía que tengo ahora, no veía lo que sentía mi hijo, no sabía
interpretar esa mirada perdida cuando explicas algo que consideras obvio y
fácil, pero que el no entiende. Es esencial
saber ver lo que siente el de al lado, saber ver y sentir lo que siente mi hijo
en clase y en casa. Enseñarle a identificar
lo que siente, a expresarlo y a trabajar sus emociones y sus sentimientos para que crezca en plenitud,
sea una persona estable y feliz. Si tengo un profesor bueno seguro que sabrá ver la mirada de mi hijo por las mañanas al sacar la agenda y ver que hizo
el ejercicio pero que el cuaderno se lo
dejó en casa y metió el que no debía de meter. O cuando le dice que el examen le salió bien pero que luego se dio
cuenta que confundió las preguntas y que claro ya no sabe como le salió. O
cuando con seis años le explica que no
pudo leer con su madre, que soy yo, pues llego tardísimo a casa. Entonces
ves que el profesor lo entiende y dice
que no pasa nada, que tranquilo,
que poco a poco lo hará bien y mi hijo
se siente seguro, se siente bien, sonríe y quiere seguir aprendiendo. Eso es de lo
que estoy hablando, de el nivelazo de profesores que me ha tocado, de la suerte
que he tenido, que no siempre me ocurre. Necesitamos profesores con una visión sobre nuestros hijos que sean capaces de ver
lo que no se ve, lo invisible, capaces de ver la dislexia y a la vez el potencial
de nuestros hijos.
Son profesores que gracias
a esa empatía no solo enseñarán a saber lo que sienten a mis hijos, les enseñaran a sentir lo que
piensan. A no ser todo racional a poner
corazón y poner sentimientos, a ser humanos. De que me sirve hacer que mi hijo se sienta frustrado o desesperado,
solo me sirve a que se bloquee y no avance. Si en cambio le doy oportunidades para sentirse seguro y le auto
motivo, pues por mucho que yo quiera que estudie si el no quiere no va a estudiar,
entonces conseguiré que avance y aprenda. Esto es algo no solo para los profesores es algo esencial para nosotros
padres. Si yo en casa no soy capaz de darles
esperanza, de creer en su potencial, de apostar por ellos, que realmente pueden
y lo van a lograr pues entonces apaga y vete. Antes de recoger en el
colegio a tu hijo, párate un rato y
piensa en él, piensa en las cosas buenas piensa en que este curso lo vamos a
sacar, en que vamos a intentar poner muchas oportunidades en nuestro día a día
para que sea feliz. Vamos a trabajar
en equipo, niño, profesor y yo, vamos a lograr alcanzar todos los objetivos. Lo
más seguro es que no seamos los primeros.
Lo mas probable es que suspendamos mas
veces de las que quisiéramos. Lo que tengo claro es que lloraremos a lo largo del mismo algún que
otro día, esperemos que sean menos que el curso pasado. Pero lo vamos a lograr, vamos a disfrutar y
vamos a vivir tranquilos con nuestra dislexia y a seguir a nuestro ritmo
aprendiendo, lentos pero seguros de llegar a la meta. ¡Mucho ánimo, mucha paciencia, mucha empatía y grandes dosis de humor! Yo no se vosotros pero yo estoy segura que lo vamos a lograr.
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