Creí
que con todo lo que había pasado con mis
hijos los mayores ya estaba preparada para afrontar cualquier tema relacionado con la dislexia. Creí que el
haber pasado por cuatro hijos con
dislexia, con todo tipo de problemas
y de anécdotas, iba a tener todo
controlado, incluidos mis sentimientos.
Pues no, error total, mentira se sufre
igual con cada hijo con dislexia. Da
igual que hayas pasado por uno, por dos, por tres, por cuatro, cuando llega el quinto vuelves a llorar, vuelves a no dormir
y vuelves a sufrir.
Así
estoy yo esta semana, estamos a martes y no paro de contar los días para que
sea viernes. Mi quinto hijo, es un niño
muy maduro que como dice él acaba de estrenar los nueve. Según estrenamos
los nueve, ha estrenado profesora nueva
pues la otra se ha ido a vivir al extranjero, y nos hemos encontrado de cara
con todo el lado malo de la dislexia en
el aula. Profesora que desconoce que tu hijo tiene dislexia, profesora que
desconoce que es la dislexia, profesora que no sabe como tratar al niño y
profesora que le grita. Niño que
llora desconsoladamente, niño que se bloquea, niño que hasta ahora no sabía lo
que era sentirse mal en el colegio, niño que hasta los recién estrenados
nueve años no conocía el lado malo de
tener dislexia. Tuvo la suerte de ser el quinto, tuvo la suerte de trabajar
desde los tres años con psicomotricidad
y logopedia, tuvo la suerte de
aprender a leer en el aula con sus compañeros gracias a un método multisensorial similar al de los sordos,
tuvo la suerte de sentirse uno más.
Hoy con sus nueve años ha descubierto la
cruda realidad. Ha tenido que sufrir,
ha tenido miedo y se siente mal, su autoestima por muchas velas que sopló el otro día está bajo
mínimos. ¿Quien recompone ese daño?
Por supuesto que he pedido cita y voy a hablar con su profesora, pero fue tan duro
ayer su día. Lloró tanto a la salida del colegio, lloró tanto por la noche.
Su cabeza no paró de dar vueltas y más vueltas. Preguntas de mi hijo de nueve
años entre sollozo y sollozo: ¿Seré
capaz de lograr ser lo que yo quiero cuando sea mayor? ¿Tendré que repetir el
curso? ¿Desde que sabe que tengo dislexia me trata como si fuese tonto? ¿Tengo
miedo de no ser capaz?
Que
decir que no sepa una madre, que situación tan familiar, pero cuando la vives
por quinta vez se te encoje el corazón. Cuando ves a tu enano desmoronado, a tu pequeño
hombre feliz totalmente hundido, entonces crees que te mueres. Quieres llorar pero no puedes, quieres
llamar a la profesora y acordarte de toda su familia, quieres enfadarte contra
todo el colegio y todo el sistema, pero no es la solución. Vuelve a
reinventarte como madre, vuelve a sacar humor de donde no lo hay y vuelve a
pegar los cachitos de autoestima de tu hijo. Pero se sufre tanto como madre cuando ves sufrir a tu hijo, cuando sabes todo el camino que le queda por
recorrer, cuando conoces ya de que va el tema y todos los sufrimientos que nos
quedan por delante y todo por la dislexia. Por algo tan simple y tonto como la dislexia. Espero
que a la profesora le salga un grano
feo en la nariz y que se sienta fea. Me imagino que sin mala voluntad ha
logrado que mi hijo se sienta el patito
feo de su clase, que menos que ella se sienta fea por un rato. Por favor un poco de sensibilidad, un poco de
humanidad. “No me grites que no soy tonto. Trátame como merezco que me trates,
soy un niño y solo tengo nueve años”. Eso es lo que te gustaría que tu hijo le dijese a su profesora. Yo aunque me morderé la
lengua, me gustaría decirle muchas más cosas. Al final como en sus manos está mi hijo y su bienestar, me callaré y con una
sonrisa intentaré convencerla de lo maravilloso que es mi hijo y de cómo se
trata aun niño con dislexia dentro del aula. Pero esta semana me ha dolido
mucho, mucho, mi corazón de madre y he
sufrido por mi hijo de tan solo nueve años, que no está enfermo y que solo
tiene algo tan tonto como es la dislexia.
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