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18 noviembre 2013

Creer en mi hijo y entenderle.


Todo el tiempo cada vez que hablamos de dislexia, tarde o temprano, sale el término autoestima. Empezamos a hablar de la autoestima de nuestros hijos, si la tienen, si escasea, si hay que potenciarla, de como evitar que la dañen y así un larguísimo etcétera. Pero antes de todo eso hay que tener una idea clara: tengo que ser capaz de creer en mi hijo. Parece algo obvio y quizás lo sea para todos, pero para mi no es tan obvio. No siempre creo en mis hijos, es decir, podría afirmar que hay días, por no decir temporadas, que creo más bien poco en ellos...¿ el motivo? pues,  no lo se. Llego a pensar que es un efecto colateral de la dislexia en mi como madre. Cuando llevas toda una vida apoyándole, enseñándole, ayudándole,de terapia en terapia, de suspenso en suspenso, con aprobados que conllevan mucho esfuerzo, cuando tienes sensación de estar al borde del precipicio del fracaso escolar, no una, ni dos, ni tres veces, infinidad de veces... y ves que no terminas de sacar la cabeza... todo ello me lleva a no creer todo lo que debiera en mis hijos. No es que no me fíe de ellos; no es eso,  es que aun sabiendo su potencial, aun conociendo sus virtudes, me cuesta creer en ellos, en sus capacidades y en su remontadas. Me cuesta creer y esa es la realidad, no hay más vueltas, ni más justificaciones.


El otro día en una de las múltiples tutorías, el profesor de mi hijo nos dijo algo esencial: "creed en él, darle la responsabilidad y creed en él. Tenéis que creed en él para que él mismo crea en si mismo". Es algo tan obvio y tan sencillo que parece fácil, pero os puedo asegurar que no lo es. Tienes miedo como madre, tienes miedo que se caiga, que suspenda más de la cuenta y no podamos remontar los suspensos. Tienes miedo que justo en su último año escolar se de la gran torta. Tienes miedo que su caída no tenga suelo, que todo el esfuerzo de su vida y de la tuya se vaya en un minuto, y por miedo a más sufrimiento, lo proteges demasiado y dejas de creer en él. Eso no es bueno, hay que encontrar el equilibrio y hay que creer en él.  Así lo estamos haciendo, estamos intentando creer en él. Las consecuencias académicas os la contare el mes que viene cuando lleguen las notas. Pero lo cierto es que el ambiente en casa es mucho mejor. Hay trato más fluido, vuelvo a recuperar a mi hijo tranquilo, simpático y cariñoso. Hace más vida con nosotros, ya no le estorbamos tanto y se está convirtiendo en un adolescente muy agradable de tratar. Ahora mismo me preocupan las notas, pero me siento tranquila pues el ambiente en casa ha mejorado muchísimo. Tengo que ser capaz no solo de creer en él, en mi hijo disléxico, también tengo que ser capaz de creer en mi hijo adolescente. Es un paquete de un "dos por uno" o " un todo incluido", por eso cuesta más creer en tu hijo de dieciséis que en el de once. Gracias a la ayuda de su tutor creo que lo conseguiremos. Lo primero que a mi marido y a mi nos sorprendió es lo mucho que creían en él en el colegio sus profesores, tenían plena confianza en él, por lo que si ellos la tienen nosotros debemos de ser capaces de lograrla. En ello estamos y por ahora funciona.

No solo hay que creer en los mayores, también hay que creer en los menos mayores. Mi hija el otro día en misa decidió salir a leer en público. Fue muy curioso, pues antes de dar el paso me miró buscando mi consentimiento, mi credibilidad de que era capaz, yo simplemente le devolví la mirada y en un segundo estaba con un altavoz leyendo. Como fue la única valiente en salir tuvo que leer no solo una petición, tuvo que leer todas las peticiones. Al principio falló un poco, pero según fue tomando seguridad en si misma, según fue creyendo en si misma, todo mejoró para bién. Leyó fenomenal las últimas peticiones y estoy segura que nadie se dio cuenta de que era disléxica o de que tuviese problemas de lectura. Simplemente por creer yo en ella se atrevió a dar el paso y ello le llevó a creer en si misma y a sentirse fuerte. A sentir que era alguien.

Por eso cuando un niño se siente importante, siente que creemos en él se siente bien. Si se siente bien, se siente seguro y capaz de conquistar cualquier cima. Todo niño tiene que sentir que tiene un campeón dentro de él y además todo niño merece ser un campeón. Lo que debemos de buscar en la educación de nuestros hijos es que no tengan miedo a pensar, ni a decidir, tienen que ser capaces de asumir riesgos. Tenemos que creer que un día llegarán a ser lo mejor que ellos puedan ser.(Rita Pierson) La misión de todo profesor y de todo padre no es solo educar, es algo más, es enseñar y hacerles sentir fuertes y campeones. Creo además, que cuantas más personas quieran a un niño, más feliz será ese niño. Cuantas más personas crean en él más fuerte y capaz será. Por eso tengo como madre que trabajar duro para expandir esos círculos de amor de mis hijos, así serán más felices. Si expando esos círculos de confianza y de credibilidad en ellos, serán más fuertes, más capaces y más campeones. 

Una última reflexión, como leí el otro día , no me imagino mi vida sin mis hijos, sin su dislexia y no se me puede olvidar que el amor hacia mis hijos es un amor que a ellos les envuelve pero es ese amor el que a mi me sostiene en mi vida.


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