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04 marzo 2013

Cuando la dislexia se esconde.



  Como ya es de sobra sabido no hay dos disléxicos iguales, cada uno es genuino en su forma. Incluso cuando se trata de hermanos del mismo padre y de la misma madre, que van al mismo colegio, que reciben una educación aparentemente igual y que se llevan muy poco tiempo entre ellos. A lo largo de este blog os he ido contando mis experiencias con la dislexia, sobre todo centrándome en mi hijo el mayor, Fernando, que tiene un grado bastante severo de dislexia y es con quien descubrí este mundo. Más tarde diagnosticaron a mi tercer hijo Pelayo, era un caso distinto pero muy de manual, presentaba una sintomatología muy típica de la dislexia. Entre medio de ellos dos está mi hija Ana. En ella nunca mejor dicho la dislexia se escondió, se camufló y tardamos en verlo. Aun hoy en día con claros síntomas de dislexia, con un certificado del pedagogo acreditando la dislexia, debemos de ir no solo diciendo, sino convenciendo a todos sus profesores que es disléxica. Su dislexia está latente, pero muy bien camuflada.

  Ana, al contrario que sus hermanos, desde muy pequeña hablo sin dificultad. Pronunciaba bien y es más con tres años rompió a hablar en su segundo idioma de una forma espectacular. Desde pequeña fue capaz de pasar de un idioma a otro, del español al francés sin ningún problema. Su estructura del discurso era buena, su vocabulario también. En el colegio aprendió a leer sin dificultad como el resto de su clase y aparentemente no tenía problemas. Pero como todo lo que se esconde tarde o temprano se encuentra, así paso con su dislexia. En segundo de primaria, empezó a tener problemas con las figuras simétricas. Era una cosa que a primera vista parecía sencillo, pero a ella se le hacia un mundo. No había manera de verlo. Lo que pintaba no tenía nada que ver. Estaba claro que su espacialidad no iba en el camino correcto. Pero bueno, hay quien tiene dificultades con la simetría y no por ello es disléxico. El segundo aviso vino en un examen de matemáticas. No era capaz de hacer los problemas de matemáticas. No comprendía que se le pedía. Cuando le explicábamos el enunciado en un minuto lo resolvía, pero era incapaz de hacerlo sola. La segunda dificultad venía en redactar una frase donde dijese que le quedaban tres manzanas o lo que fuese la solución del problema. Además en los exámenes, bajo presión escribía infinidad de números en espejo, al revés. La profesora me llamó, viendo sus exámenes se veía un claro desnivel o desajuste en sus capacidades. Lo peor en Ana es que ella sufría, no le gustaba hacer mal las cosas. Es muy responsable. Así pues una vez más, concertamos cita con el logopeda y que la evaluase. Efectivamente era disléxica, necesitaba terapia.  Y vuelta a empezar, íbamos ya por el tercer hijo disléxico en nuestra casa.


  Ese curso hicimos infinidad de problemas de los cuadernillos rubio. Pues en el colegio de mis hijos un problema son dos puntos. Uno es la operación matemática y otro la dichosa frase final diciendo que me quedan tres manzanas. Lo que nos costó no solo la frase, sino también los ángulos y los triángulos.  La profesora nos ayudó mucho, nos puso todo tipo de facilidades y sobre todo trabajo muy bien con mi hija para que se sintiese segura de si misma. Fue muy importante su labor pues aunque su dislexia era menos severa que la de sus hermanos era una niña con la que teníamos que tener cuidado con su equilibrio emocional. No tenía que perder su seguridad, ni su entusiasmo por el estudio. Entre todos lo conseguimos. Daniel el logopeda trabajó con ella, poco a poco fue ganando soltura y seguridad en si misma, y por suerte en secundaria ya no se hacen figuras simétricas. Pues siguen costándole mucho, hoy en día siguen siendo un reto para ella. Es buena en matemáticas pero cuando llega la geometría la cosa cambia, el miedo se apodera de ella y necesita el doble de esfuerzo. La gran suerte que tiene es que se lo toma con humor, y aunque hay días que se desespera suele reírse bastante.

  Es curioso que cuando hablo con gente sobre la dislexia. Hay una infinidad de casos que se han descubierto tarde, que la dislexia se quedó escondida y dio la cara al final de la etapa escolar. Es una pena, pues de haberlo visto antes se les podría haber prevenido mucho problemas. Ana aun siendo la que menor grado de dislexia presenta, ha tenido que volver a terapia luego en secundaria. Hay que tener una cosa clara, la dislexia es de por vida y la terapia puede que haya que retomarla a lo largo de la escolaridad. Y no pasa nada, todo lo contrario más ayuda, más fácil el camino. Volver a terapia no es sinónimo de fracaso, es simplemente que necesito ayuda especializada. Es importante ver o saber descubrir la dislexia en un niño. Cuanto antes mejor. Hay muchos escolares no diagnosticados en las aulas y es una pena. 

  Una cosa es segura que aunque se quiera esconder la dislexia, aunque se camufle tarde o temprano da la cara. Según avanza el nivel de exigencia escolar termina por aparecer. Por ejemplo a Ana este año le ha costado mucho el comprender las ideas subjetivas del texto. No las percibe, necesita más tiempo y mucho más trabajo. Es inútil negar la evidencia, el que es disléxico lo es, aunque no presente un patrón típico de dislexia. Aunque sea muy brillante estudiante, aunque hable bien idiomas. La dislexia esta ahí, en sus cabezas, y hace que vean la realidad con otros ojos distintos. Da igual el grado de dislexia, todos ellos en distinto grado y de distinta forma necesitan ayuda para poder procesar la información, para poder ver la realidad como los no disléxicos.

[tags] dislexia, diagóstico tardío, madre[/tags]

9 comentarios:

  1. Muchas gracias Maria. Sigo todas tus entradas. Me sirve mucho de ayuda.

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    1. Muchas a gracias a ti por seguirme. A mi me ayuda y anima mucho vuestras palabras de apoyo y ánimo.
      Un abrazo
      Maria

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  2. Deberías dar charlas en los colegios! :)

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    1. Por mi encantada, si con eso ayudamos a mejorar la situación. Muchas gracias por tu confianza en mi.
      Un abrazo
      Maria

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  3. Desde que mi hija empezó el colegio, sobre todo desde que empezó primaria, su padre y yo hemos venido notando que la niña tenía problemas, que su progreso no era el adecuado. Al principio piensas que el problema es nuestro, que nuestras expectativas son demasiado grandes, que cada niño tiene un desarrollo distinto, que a lo mejor no lo estamos haciendo bien.Cuando le comentábamos a sus maestras nuestras sospechas sus respuestas siempre eran las mismas: la niña tiene que madurar, la niña tiene que esforzarse más, la niña se despista demasiado, la niña siempre está en su mundo. Pero mientras tanto nosotros seguíamos viendo en ella rasgos que no nos parecían normales: cuando la veíamos que escribía los números del revés y que sumaba de izquierda a derecha, pensábamos que podría tener discalculia.; cuando veíamos que no era capaz de concentrarse, ni mantener la atención, pensábamos que podía ser hiperactiva; a parte de la continúa sospecha de que pudiera ser disléxica. Todas estas sospechas las hablamos con sus tutores y siempre la respuesta fue la misma: es falta de madurez, y falta de interés y esfuerzo por su parte. A finales tercero de primaria mi hija estaba rayando la depresión, pensaba que nadie la quería, que no servía para nada, que no era capaz de hacer amigos porque no tenía interés para nadie..., esto junto con una charla a la que acudimos sobre dislexia fue lo que nos decidió a buscar ayuda: la llevamos a un psicólogo, que además que de diagnosticarle una posible dislexia, trató sus problemas de autoestima (con bastante buen resultado).Pues bien en el colegio, a pesar del informe del psicólogo, tanto sus maestros como el orientador del centro siguieron negando que pudiera ser disléxica, el orientador la única "orientación" que nos dio es que la niña debía leer más (como si a un cojo le dices que lo que debe hacer es correr más). Y así pasamos otro curso (4º de primaria), la niña pasó el curso, sólo suspendió el inglés, pero su aversión a todo lo que tuviera que ver con el colegio, con la lectura, con la escritura y con los libros, no hizo si no crecer. Empezamos un nuevo curso (ya 5º de primaria), y seguimos viendo que lejos de mejorar, los problemas de nuestra hija habían aumentado, al ser la carga académica mayor, sus problemas para seguir el ritmo del curso se acentúan: olvidó las tablas de multiplicar, era incapaz de aplicar normas ortográficas que aparentemente ya tenía aprendidas, su comprensión lectora lejos de aumentar parecía haber disminuido... Ante esta situación nos decidimos (cosa que debíamos haber hecho antes) a buscar una evaluación externa, no una cualquiera, no un profesional del pueblo al que las "autoridades educativas" no concedieran crédito, no, llevamos a nuestra hija al Servicio de Psicología Aplicada de la Universidad de Murcia, y mira por donde confirmaron nuestras sospechas, pusieron nombre a nuestra desazón: nuestra hija tiene Dislexia del desarrollo y dificultades en el almacenamiento de la información verbal. Vamos, concluyendo, que nuestra hija no es vaga, no es que siempre esté distraída, no es que no tenga ganas de trabajar, no es que sea rara; nuestra hija es disléxica, su forma de aprender es distinta a la de la mayoría de los niños, pero eso no quiere decir que con las adaptaciones necesarias no sea capaz de llegar al nivel de los demás. Nuestra hija (y esto no es amor de madre) es inteligente, es intuitiva, es ocurrente, es imaginativa, pero por desgracia el hecho de no detectar su problema a tiempo ha hecho que todas estas facetas en lugar de crecer hayan mermado. Espero que mi hija recupere el tiempo perdido. De lo que no sé si se recuperará es del sufrimiento innecesario que entre todos (y ahí me incluyo) le hemos causado.

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    1. Ante todo pedirte disculpas por contestarte tan tarde, he estado fuera de Madrid y con las vacaciones escolares no he podido ver nada. Simplemente decirte que te entiendo, que es un sufrimiento tremendo, una angustia y una falta de aire que te hunde no solo a tu hija, a ti también como madre. Es un chocarte contra un muro alto, de piedras, de gente que esta dentro del sistema y que hace que no funcione. Lo peor de todo es que a nosotras nuestro sufrimiento somos capaces de sobrellevarlo siempre y cuando nuestros hijos vayan avanzando y sean felices, lo peor es que el niño sufre. Eso si que es algo que yo personalmente no puedo llevar, no me puedo resistir a ello, me revelo y me fustra a la vez. ¡Es indignante! En una sociedad donde los profesores, los educadores, no tengan empatía, no sepan ayudar a sus propios alumnos. Eso sí les enseñan sobre el hambre y los problemas del tercer mundo, el respeto, la educación por la ciudadanía y ellos mismos no saben lo que es ayuda social, colaborar y poner en práctica esas ayudas básicas y esenciales que pretenden enseñar.Donde no solo no ayudan, todo lo contrario son los instigadores y los causantes de que una cosa tan sencilla como es la dislexia pueda ser una auténtica tortura. Decirte que no se si sabrás que la Comunidad de Murcia aprobó en Diciembre del 2012 una norma sobre las dificultades de aprendizaje, esta bien y te puede ser útil. El colegio debe de aplicarla de manera obligatoria. Llama a la Consejería de Educación que te den el contacto del inspector de educación que le corresponde a tu colegio y cuéntale todo. Vete al jefe de estudios de tu centro, con los informes, con la normativa y cuéntale que has hablado con el inspector. Insiste que tu fin no es denunciar es reclamar un derecho por el bien de tu hija. Es ayudar a tu hija, que todos estáis (aunque no lo parezca), en el mismo barco que tiene como fin ayudar a tu hija. Yo he tenido que hacer todo esto con mi hijo el mayor este invierno. Por suerte se puede hacer por teléfono lo de la consejería. Lo peor es que en Madrid no hay normativa alguna que nos ampare. Estoy desesperada, es tremendo. Llevo desde febrero en este batallar, es un centro concertado y me vuelven loca. El mismo colegio no tiene ni idea, encima es lento, te dan cada cita con un plazo de tres semanas.... y mientras tanto tu hijo sufre. Pero como el optimismo no lo puedes perder, piensa que tu eres el apoyo esencial de tu hija, su coach, su entrenadora y su soporte. Debes ser fuerte, optimista y reírte de cada tropiezo, aunque luego llores en el coche a escondidas.Ánimo, pues es importante que hagas fuerte a tu hija, tranquila que una vez que ella se sienta bien y segura poco a poco irá adquiriendo todas esas pequeñas lagunas que tiene. Piensa que son niños que tienen una remontada espectacular igual que tiene un cero pueden llegar a un nueve en un tiempo record. Por cierto mi experiencia, es que encima son machistas,y a estas reuniones si va tu marido, mejor. Se cuadran más, ese día ponte guapetona, toda una señora altiva, segura de ti misma y a tu marido encorbátalo, que vaya serio y como si se tratase de cerrar una operación comercial importante. Son así de tontos, pero funciona.
      Un abrazo enorme y piensa que no

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    2. Muchas gracias María por tus palabras de aliento.
      Mercedes

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  4. Tu blog es estupendo.

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